Andra Mari debió de ser durante siglos una iglesia con un aspecto de ermita de gran tamaño, con tejado de maderas sujetas sobre muros de mampostería. El estado de ruina de la iglesia a principios del siglo XVIII y la cercanía de San Pedro, que estaba en mejores condiciones y distaba menos de cien metros, hacía que los recursos destinados a su mantenimiento brillasen por su ausencia.
Los vecinos de la anteiglesia decidieron la reedificación de Andra Mari según el proyecto de José de Zaylorda e Ignacio Vicente de Mendieta y Cebericha y la construyó Francisco Duñabeitia entre 1746-1748.
Se trataba de una iglesia de una sola nave rectangular muy austera, dentro de la corriente clásica del Barroco. De esta época sólo perdura la distribución del templo.
Un siglo más tarde, en 1848, habían reunido suficiente dinero para continuar con las obras y construyeron una nueva fachada de sillería de autor desconocido, la que hoy se conserva.
La portada tiene una estructura muy austera en su concepción. La escasa decoración está marcada por una imposta moldurada que divide la superficie en dos horizontalmente y en tres registros verticalmente. La puerta de entrada tiene un dintel adovelado, y en la parte superior se remata con un frontón con doble hueco para las campanas.
Hoy en día, este centro de referencia de la antigua Anteiglesia de Mungia, en el que no se podía administrar el sacramento del bautismo, dependiendo para ello del templo de San Pedro, ha pasado a ser el centro en el que los baserritarras de Mungialdea comercializan sus productos de la huerta en la plaza de los viernes, en el "barikuetako plazea". A su vez, Andra Mari se ha convertido en un centro de ocio polivalente gracias a la cubierta del techo y a los cerramientos laterales que le dan abrigo y luminosidad.